Cuentos completos de John McGahern
por Jorge Fondebrider
Nacido en Dublín, pero criado en Cootehill (Condado de
Cavan), donde su tiránico padre estaba asignado como sargento de policía, John
McGahern (1934-2006) conoció desde la infancia el rigor y las miserias de la Irlanda católica y rural
que, posteriormente, se constituiría en el paisaje habitual de muchos de sus
relatos. Con la publicación de The Dark
(1965), su segunda novela, se enfrentó con la ira de la Iglesia la cual,
amparándose en la censura oficial, consiguió que se la prohibiera. Sus desventuras
no terminaron allí, porque, de inmediato, McGahern perdió su modesto puesto de profesor,
teniendo que emigrar a Londres, donde trabajó como maestro particular y
albañil. Posteriormente vivió un tiempo en España y en los Estados Unidos
–donde dictó cursos en diversas universidades– hasta que, diez años después,
volvió a Irlanda, instalándose en Mohill, en el Condado de Leitrim. Allí vivió
hasta su muerte. Para entonces, ya se lo consideraba internacionalmente como uno
de los mayores escritores de lengua inglesa de la segunda mitad del siglo XX y
en su país e se lo idolatraba, ubicándolo al lado de James Joyce y de Samuel
Beckett, aunque su literatura poco tiene que ver con la de esos ilustres
compatriotas que lo precedieron. La admiración llegó a tal punto que, cuando McGahern
murió, Mary McAleese –la actual presidente de Irlanda– hizo su elogio público,
al que se sumaron políticos, intelectuales, artistas y simples lectores.
En
todos los casos, se destacó su inteligencia, su comprensión de la condición
humana y su humildad. También hubo coincidencia en que sus libros resultan
fundamentales para entender el alma irlandesa. Unos pocos temas –los mandatos
de la sangre, las relaciones entre padres e hijos, la tensión entre la ciudad y
el campo, el daño que la iglesia católica produce en la vida privada de las
personas, el sexo disociado del amor, la pobreza moral, las múltiples formas
del fracaso– le sirvieron a McGahern para sus fines. Claro heredero de Anton
Chejov –por quien profesó una ilimitada admiración–, McGahern fue un maestro
del claroscuro, del tono medio, las verdades no declaradas que se revelan sin
estruendo, pero con un impacto definitivo en la vida de sus personajes. Todo
ello le permitió, igualmente, trascender las meras fronteras de su patria para
convertirse en un escritor universal de esos que, cuando se los lee,
difícilmente se los olvida. Así se entendió en Francia, acaso el país que mayor
atención le prestó a sus libros, al punto de que año a año se multiplican los
estudios sobre su obra, y así lo consideró Gran Bretaña, donde sus novelas
suelen ocupar los primeros puestos de esas listas ideales de cien mejores
títulos que tanto parecen fascinar a los ingleses. Autor de novelas –The Barracks
(1963), The Dark (1965), The Leavetaking (1975), The
Pornographer (1980), Amongst Women
(1990) y That They May Face the Rising
Sun (2001)–, y de cuentos –Nightlines
(1970), Getting Through (1978), High Ground (1985), todos reunidos con
otros cuentos inéditos en The Collected
Stories (1992) y, con nuevos agregados, en Creatures of the Earth: New and Selected Stories (2006)–, McGahern
también realizó adaptaciones de textos ajenos –Tolstoy, Chejov– para el teatro
y escribió piezas radiofónicas y guiones para televisión, además de una
magistral Memoir, convertida, apenas
publicada, en un documental televisivo.
Curiosamente, hasta fecha muy reciente, McGahern fue casi un
desconocido para el público de lengua castellana. La editorial española Circe
publicó las novelas El pornógrafo (1988)
y Entre mujeres (1992) que, acaso
por lo mal traducidas, ni siquiera despertaron interés de los lectores
peninsulares, llegando a la
Argentina apenas como saldos. Luego, la editorial Adriana
Hidalgo, publicó La oscuridad
(2008), una muy mala versión de la novela The
Dark, en la que McGahern desaparece casi por completo, librado a la
impericia del traductor. Ahora, la misma editorial, subsana el error y publica
los Cuentos completos –para la crítica en general, la parte más
medular de lo que McGahern escribió– en una traducción ejemplar.
Consultado, Gerardo
Gambolini, el traductor de esta obra, señaló la invalorable ayuda recibida por
parte del. profesor John Kenny, del Departamento de Inglés de la Universidad de Galway
(Universidad Nacional de Irlanda). “Las dificultades –señala Gambolini– se
centran tanto en la sintaxis (que puede pasar de la abstracción al
coloquialismo y la exposición fuertemente subjetiva) como en la abundancia de
claves arraigadas en tradiciones, historia y hábitos correspondientes a un
marco cultural ajeno”. Dignas de figurar en cualquier gran antología del género
–bastaría, por ejemplo, con citar “Mi amor, mi paraguas”, “Fe, Esperanza y
Caridad” o “Reloj de Oro”–, la publicación de estas narraciones, sin duda, se
constituye en uno de los mayores hitos de este año, tal es la profundidad y
belleza de los textos que integran el volumen y la calidad con que se ofrecen
al lector de lengua castellana.