Ulises. Claves de lectura de Carlos Gamerro
Por Jorge Fondebrider

Gamerro
tiene el mérito de ser el primer autor de lengua castellana que ha escrito una
guía anotada del Ulises a la medida
de los lectores de nuestro idioma y, fundamentalmente, de los argentinos. Para
ello, además de servirse del importante cuerpo de notas ya existente y de sus
muchas observaciones personales –fruto de más de veinte años de lectura y
enseñanza continuadas–, recurre a un esquema largamente aplicado a las literaturas
consideradas coloniales que favorece la explicación de la obra de Joyce haciendo
permanente pie en lo que un lector latinoamericano puede entender mejor. Dice,
por ejemplo: “Toda cultura colonial o neocolonial, como la irlandesa, o la
nuestra, es una cultura dividida: tiene un ojo en su tradición y otro en la
extranjera. Por eso, entre otras cosas, es importante destacar el carácter
irlandés de Ulises. En ese aspecto
al menos estamos mejor capacitados para leerlo que un inglés, francés o
norteamericano promedio”. Este punto de vista podría de algún modo asimilarse
al de Borges, cuando señalaba que los americanos del norte y del sur tenemos la
posibilidad de ser mejores europeos que los ingleses, los franceses, los
alemanes o los italianos porque no estamos obligados a una única tradición,
sino que podemos escoger entre todas, lo que también nos hace mejores
argentinos.
Un trabajo ejemplar
La
guía de Gamerro no se reduce a la exposición de una mera síntesis argumental
porque, en cierto modo, eso es lo que menos importa en este novela que
transcurre en un solo día (aproximadamente entre las 8 de la mañana del 16 de
junio de 1904 y las 4 del día siguiente). El trabajo se abre con una
introducción dedicada al análisis de los principales problemas que plantea el Ulises. Entre otros, su legibilidad, su
traductibilidad (y acá, en razón de lo que queda en el tintero al transportar
el inglés de Joyce a cualquier otra lengua, los lectores lacanianos, hélas, van muertos), su lugar en la
narrativa contemporánea, los esquemas de interpretación planteados desde
incluso antes de la publicación, la obra previa de Joyce en relación con el Ulises, la Irlanda y, especialmente, la Dublín que se describe,
etc. Luego vienen los dieciocho capítulos de la obra y la explicación de cada
una de las dificultades que van presentándose tanto desde el punto de vista
histórico, geográfico (se agradece especialmente la amable inclusión del mapa
de Dublín con las referencias al itinerario de los personajes, tanto en la
retiración de tapa como en la retiración de contratapa), biográfico y cultural,
con permanentes extrapolaciones al universo que Joyce se propuso retratar. Y
éste, aun con la pérdida que supone la traducción, es tan rico, tan lleno de
matices que, como bien apunta Gamerro en su nota final, “una vez que el lector
ha concluido la primera lectura continua y completa de Ulises, con o sin la ayuda de libros como éste, la aventura recién
comienza”. Entre otras cosas porque la técnica –al menos la que sobrevive en el
pasaje del inglés al castellano– resulta igualmente fundamental y Gamerro
propone una constante reflexión sobre, por ejemplo, las diferentes variantes
del monólogo interior, el punto de vista de los personajes, el concepto de
epifanía, etc.
Lo curioso
es que todo esto ocurre en una versión particularmente amable de nuestra lengua.
Así, por ejemplo, puesto a discutir los vericuetos que se esconden detrás de la
idea del personaje de Buck Mulligan, que quiere helenizar Irlanda, Gamerro
dice: “Como todo, en Mulligan, sólo son palabras, después no hace nada. En
esto, así como en su carácter histriónico y cierto amaneramiento, Mulligan se
proyecta como una versión degradada de Oscar Wilde”. Y luego de explicar lo que
Joyce pensaba sobre Wilde, apoyándose en un famoso artículo, Gamerro concluye:
“Oscar Wilde en algún momento se pasó de la raya y se la dieron, por homosexual
pero también por irlandés”. O más adelante, comparando los modelos de traidor
que representan Mulligan y Stephen, anota: “Ambos representan, además, dos
formas distintas de rebelión: el blasfemo y el apóstata, el traidor veleta y el
traidor íntegro. Cuando Stephen se rebela, se banca las consecuencias, no se
adapta a las circunstancias según su conveniencia”. La precisión de esos giros
coloquiales usados con absoluta deliberación permite que la lectura progrese y,
sin perder claridad, sea menos engorrosa. En síntesis, se trata de un libro
importante, destinado a perdurar en las bibliotecas.