jueves, 29 de enero de 2015

Juguetes del destino, de  William Trevor
por Jorge Fondebrider

William Trevor
Durante la Pascua de 1916, aprovechando la circunstancia de la Primera Guerra Mundial, los nacionalistas irlandeses intentaron producir un golpe revolucionario que permitiera acabar con la dominación británica sobre la isla. Las fuerzas rebeldes tomaron el edificio del correo e izaron allí, y en otros puntos estratégicos, la bandera de Irlanda. Luego de una semana de encarnizados combates, las fuerzas revolucionarias se rindieron ante la supremacía británica y los líderes fueron fusilados entre el 3 y el 12 de mayo.

Tres años más tarde, los diputados del partido Sinn Féin se negaron a presentarse en el Parlamento británico y constituyeron en Dublín un Parlamento propio que declaró la independencia de Irlanda. Los británicos reaccionaron, dando así principio la guerra anglo-irlandesa. Se crearon formaciones especiales encargadas de la represión que enfrentaron a la guerrilla independentista, dirigida por Michael Collins (1890-1922). Casi dos años después de comenzada esa guerra irregular entre los británicos y los guerrilleros irlandeses, en 1921, luego del incendio de la sede del gobierno británico en Dublín, los británicos reclamaron una tregua y se iniciaron así negociaciones que desembocarían en un tratado anglo-irlandés, denunciado más tarde por el líder republicano Eamon De Valera. Luego de la firma del Tratado de Paz que en diciembre puso fin al enfrentamiento, se creó el Estado Libre de Irlanda. Para ello Gran Bretaña impuso la separación de seis de los nueve condados del Ulster: Antrim, Armagh, Derry, Fermanagh, Tyrone y Down. El Estado Libre quedó así reducido a 26 condados. La ley que permitió la partición del país —conocida como Government of Ireland Act—, creó un estado artificial, bautizado Irlanda del Norte, y concedió a sus habitantes un Parlamento local, dependiente del británico. El desmembramiento —firmado entre otros por los líderes Michael Collins y Cathal Brugha (1874-1922), a quienes se sindicó como traidores— fue rechazado por los republicanos encabezados por De Valera, dando comienzo la guerra civil.

En sordina, los acontecimientos históricos referidos más arriba —conocidos por los lectores irlandeses, pero no necesariamente por aquéllos de otras latitudes— constituyen el marco en el que transcurre Fools of Fortune (1983), novela del irlandés William Trevor (1928) —llevada al cine por Pat O'Connor, con las actuaciones de Iain Glen, Julie Christe, Mary Elizabeth Mastrantonio, entre otros, con el título Tiempo pasado, según la versión castellana— que se tradujo como Marionetas (1995) en España, y como Juguetes del destino (2000) en Colombia, Aquí se comenta según la traducción colombiana debida a Aída Espinosa. 

La acción se sitúa en Kilneagh, en el condado de Cork, en el extremo sur de la isla, y refleja de manera indirecta la forma en que un hecho político de dramáticas consecuencias se filtra en las vidas de los Quinton, unos terratenientes venidos a menos que, a pesar de su condición de protestantes, simpatizan con Michael Collins y su causa. Esa circunstancia, a la que habrá que sumar otras que se desprenden de ella, provocarán una serie de tragedias que marcarán a fuego las vidas de Willie, el hijo varón de la familia Quinton, y de Mariane, su prima inglesa.

Digamos que la trama de la novela poco agrega a otras muchas de tema afín, pudiéndosela inscribir incluso en la larga tradición que remonta a Edith Somerville (1858-1949) y a Violet Martin (1862-1915), autoras de narraciones escritas a cuatro manos, que la crítica caracterizó como sucesiones de cuadros, escritos con buena pluma, desde la perspectiva de la clases superiores, cuyo objeto es la sociedad rural irlandesa de antaño, durante el predominio angloirlandés. Que el asunto de Juguetes del destino  supere los límites de ese período —de hecho, la acción concluye en 1983, año de publicación del original en inglés— poco importa.

Trevor, quien ya usó el símbolo de la "casa grande" que se desmorona en otras tantas narraciones de su autoría, estructuró la novela a partir de dos largos monólogos interiores de los protagonistas principales. Ambos ocupan más de las tres cuartas partes del libro. El desenlace se produce hacia el final con nuevos monólogos de esos mismos protagonistas —está vez, más breves—, a los que se intercalan dos capítulos narrados en tercera persona desde la perspectiva de la hija de ambos. Promediando la lectura, se tiene la sensación de que toda la fuerza narrativa del autor está concentrada en las primeras 185 páginas y que lo que sigue fue puesto ahí a las cansadas, apenas para terminar de aclarar el desarrollo de la historia. Dicho de otro modo, da la impresión de que, hecho el esfuerzo inicial, Trevor se cansó, pero el libro tenía que terminar de alguna forma. Hay entonces una cierta desproporción que, una vez descubierta, altera la paciencia del lector. Así, el libro se termina de leer como para cumplir.

En cuanto a la edición, si bien parece correcta, existen suficientes evidencias de que el volumen no contó con la correspondiente corrección de estilo. A modo de ejemplo, en la página 88 se lee: "Al director era mejor conocido como el Escroto y su esposa como la señora Escroto"; en la 92, "me pasé a la fila de los hijos de los granjeros, a los que se refería diario como campesinos". Hay muchas otras páginas que presentan similares irregularidades sintácticas y algunos errores de ortografía, fácilmente subsanables pago de corrector mediante.

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