200 años de poesía argentina de Jorge Monteleone
por Jorge Fondebrider
No es un secreto para nadie que en la Argentina la poesía goza
de una excelente salud y de una popularidad mayor que otros géneros en
apariencia más rentables. Y digo en apariencia porque si se comparan las ventas
de una novela argentina promedio (entre 400 y 700 ejemplares en un año) con las
de un libro de poesía, se comprenderá por qué recientemente distintas editoriales
de todo tipo se decidieron a publicar obras completas o reunidas de poetas hasta
hace poco considerados poco menos que invendibles y hoy, en algunos casos, con
varias reediciones en su haber. Tal vez en esa estela –y en la del
bicentenario, claro– deba ubicarse esta bienvenida antología de Jorge
Monteleone, publicada por un sello “importante” como Alfaguara, que, como su título proclama,
reúne 200 años de poesía argentina.
Ahora bien, existen muchas posibilidades de antología: la que
corresponde a un período determinado, a un lugar determinado, a una estética
común, a un tema común. Sin embargo, las grandes compilaciones –vale decir, las
que pretenden dar cuenta de la producción nacional de un país a lo largo del
tiempo– suelen llevarse a cabo según al menos dos criterios: uno, restrictivo;
el otro, abarcativo. El primer criterio ha sido generalmente empleado en países
de gran tradición literaria como Gran Bretaña, Irlanda, Francia, Italia o
incluso los Estados Unidos, y se inclina únicamente por los poetas más
significativos, los que dejaron una marca importante en una tradición poética
particular, ya por haber abierto un camino o por la trascendencia que las
sucesivas generaciones les han asignado a esos textos. Se comprenderá entonces
que se trata, a lo sumo, de una treintena de nombres, a quienes corresponden
muchas páginas. Tal es el caso de la Antología esencial de poesía argentina (1900-1980),
de Horacio Armani que, publicada por Aguilar en 1981, reunía 27 poetas. El
segundo criterio incluye todo –o la ilusión de que está todo– y, como una guía
de teléfonos, parece no discriminar entre lo que importa y lo que no tanto,
decisión un tanto odiosa que le queda al lector. El ejemplo por excelencia es la Antología de la poesía argentina, de Raúl
Gustavo Aguirre que, publicada en tres tomos por Ediciones Librerías Fausto en
1979, incluía 746 poetas, además de 20 páginas dedicadas a la poesía anónima
tradicional.
Borges decía que casi todo el mundo se merece un poema en una
antología, lo cual no significa que todo el mundo represente cabalmente a la
poesía de un país. La antología de
Monteleone, con sus 1.006 páginas, repartidas entre 216 autores, entre los que se incluye a
aquéllos que empezaron a publicar a partir de 1810 para terminar con los
nacidos hasta 1959, se acerca más a la idea de un volumen abarcativo, no
exhaustivo, que reúne algunos grandes poemas y muchos de esos que sólo hacen
bulto y nada más. En estas razones están sus mayores déficits porque el mapa
que se ofrece no es entonces del todo real.
Quienes publicaron la parte más sustantiva de su obra en el siglo
XIX ocupan las primeras 96 páginas –algo menos de un décimo del libro–,
justificando de ese modo los primeros 100 años del bicentenario. El resto –910
páginas– corresponde a poetas activos en el siglo XX y, en muchos casos, en
esta primera década del siglo XXI. Como introducción es probablemente óptima para
el lego, pero para quien esté acostumbrado a leer poesía sobran muchos nombres
y faltan explicaciones. Por ejemplo, recurriendo apenas a la memoria, si todos
los que se incluyen son importantes, faltan entonces Juan María Gutiérrez, José
González Carballo, Eduardo González Lanuza, León Benarós, Arturo Frutero,
Felipe Aldana, Basilio Uribe, Juan Jacobo Bajarlía, Miguel Brascó, Gianni
Siccardi, Héctor Miguel Ángeli, María Moreno, Alejandro Schmidt, Reynaldo
Jiménez y la lista podría ser mucho más larga. Luego, si las exclusiones se
debieron al gusto del antólogo o a problemas de derechos, esto debería haberse
explicitado en alguna parte. Finalmente, desde la década de 1960 se suelen
incluir en las antologías letras de música popular como si se tratara de poesía.
En el libro de Monteleone están Cadícamo, Manzi, Cátulo Castillo, Jaime Dávalos
y Atahualpa Yupanqui. En ese caso, ¿por qué no Luis Alberto Spinetta, Javier
Martínez, Miguel Cantilo o Luca Prodán?
En síntesis, queda una cierta idea de que el volumen es un
híbrido, a mitad de camino de lo que podría haber sido de haber existido un
criterio más claro. Con eso en mente y superada la barrera del precio, se trata
de un libro que, permitirá al lector descubrir a algunos poetas excelentes. Es
bastante.
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