Una vida truncada de Peter
Ackroyd
Cuentos completos, de Edgar
Allan Poe
Por Jorge Aulicino
Sobre Edgard Allan Poe existen numerosos malentendidos, acendradas mistificaciones e insuficientes verdades, que la biografía Una vida truncada, del gran inglés Peter Ackroyd –autor de una extraordinaria Biografía de Londres– y la reedición de los Cuentos completos de Poe traducidos por Julio Cortázar –ambas de Edhasa–, no dejarán de alimentar. En algún punto, la biografía de Ackroyd arroja una luz ambigua sobre la figura del escritor como para desperfilar, como conviene, a un mito, sobre la base de verdades muy probables y contradictorias.
¿En qué consiste la
mistificación de Poe?
Básicamente, en que fue
un prisionero de su tiempo, un "suicidado por la sociedad", diría
Artaud, como dijo de Van Gogh; un molesto e indeseable esperpento, un genio que
se sentía incómodo en la "prisión de los Estados Unidos" –debemos a
Baudelaire el tropo–, un visionario que murió frustrado, para ser descubierto,
como corresponde, muchas décadas después, como uno de los fundadores de la
escuela norteamericana del cuento y parte integrante de la Patrística literaria de
aquella nación. Ackroyd prefiere llamar, a esa vida,"truncada" (cut) y no frustrada (frustrated).
La lectura de la
biografía de Ackroyd corrobora, sí, que Poe no se sentía cómodo en los Estados
Unidos. No sabemos por qué. Vagó de una ciudad a otra de la costa Este
escribiendo en periódicos y perseguido por la pobreza. Pero: a) no fue en
absoluto un desconocido; fue uno de los periodistas más exitosos de su época y
también uno de los escritores más reconocidos, por cierto no a la altura de
Longfelow –tampoco tuvo tiempo para disputarle la consagración, ni su carácter
belicoso le hubiese permitido convertirse en patriarca hierático-; b) pudo
escapar de la pobreza: dos periódicos al menos multiplicaron geométricamente
sus ventas gracias a la inspiración y el trabajo de Poe; uno de ellos le
hubiese proporcionado un porvenir más que holgado, pero lo abandonó porque lo
aburría; c) uno de los motivos por los que Poe, en su corta vida, llegó a la
fama, fue su crítica muchas veces despiadada, tanto como bien escrita, a sus
contemporáneos; era célebre por sus provocadoras reseñas, que fueron
laudatorias cuando se trataba de mujeres que lo halagaban; d) su poema "El
cuervo" tuvo un éxito enorme, aun para la época, y escuchárselo recitar
con su voz magnética parece que era una de las grandes experiencias a las que
un norteamericano culto podía aspirar en la primera mitad del XIX en la costa
Este de los Estados Unidos. Todo lo cual indica que Poe no tenía razones para
sentirse incómodo, aunque seguramente, en verdad, lo estaba. Era un pionero
extraordinario, laborioso y creído de sí mismo, violento a veces, indecoroso
otras, aunque la mayor parte del tiempo se comportaba con unos modales tan
amables, suaves y caballerosos que asombraban.* Era un bebedor sediento, de los
que se emborrachan hasta caer, en una rápida y letal sucesión de tragos. Y era
un sureño –se había criado en Virginia–, con pretensiones de aristócrata,
esclavista y antiburgués.
Segunda cuestión
relacionada con el falso mito: era absolutamente consciente de que escribía
para los magazines, y por lo tanto sus cuentos debían impresionar. Le gustasen
o no, en ellos encapsulaba sin embargo lo sublime. Precursor del
sensacionalismo periodístico y literario, aconsejó a los propietarios de
periódicos incluir con frecuencia prosas como las suyas que, en el terreno de
la ficción, anticipaban las crónicas de crímenes truculentos que alimentaron a
los grandes rotativos del siglo XX.
Manejó, aun en la
poesía, la noción de efecto. "Siempre existe un punto en que se dan la
mano la ironía y la decadencia, y nunca queda claro si Poe está riéndose o
llorando ante sus propias imaginaciones", señala Ackroyd. Poco antes, cita
al propio Poe: los relatos de mayor éxito contienen "lo absurdo rayano en
lo grotesco, lo aprensivo coloreado con lo horrible, lo ingenioso exagerado
hasta lo burlesco, lo singular revestido de lo extraño y lo místico. Podría
decirse que todo esto es mal gusto"; a lo que agrega Ackroyd: "Este
era el credo periodístico de Poe, unos principios que siguió fielmente durante
su carrera de escritor".
Poe tenía absoluto control sobre su estilo, dice su biógrafo, y si deploraba sus borracheras intensas, era por la sensación de pérdida de dominio de sí mismo que le acarreaban. Pero el talón de Aquiles de Poe no fue el alcohol, fueron las mujeres. Se enamoró de la madre de un compañero en la adolescencia, luego de su prima adolescente Virginia, con la que se casó, y al morir ella, de sucesivas mujeres, en pocos años, y de dos al mismo tiempo, frente a las que enaltecía su amor en términos parecidos y ante las que se declaraba al borde del suicidio, o de la muerte más atroz, a causa de ellas (de cada una por separado).
Poe tenía absoluto control sobre su estilo, dice su biógrafo, y si deploraba sus borracheras intensas, era por la sensación de pérdida de dominio de sí mismo que le acarreaban. Pero el talón de Aquiles de Poe no fue el alcohol, fueron las mujeres. Se enamoró de la madre de un compañero en la adolescencia, luego de su prima adolescente Virginia, con la que se casó, y al morir ella, de sucesivas mujeres, en pocos años, y de dos al mismo tiempo, frente a las que enaltecía su amor en términos parecidos y ante las que se declaraba al borde del suicidio, o de la muerte más atroz, a causa de ellas (de cada una por separado).
Algo conscientemente
teatral, de vaudeville dramático, hubo en toda la obra de Poe, incluidas sus
cartas, siempre escritas en agonía y desolación mortal que no le impedían
seguir viviendo. Su muerte, muchos años después de las primeras líneas
exageradamente patéticas dirigidas a su padrastro, fue realmente grotesca. Si
de verdad fue arrastrado en Baltimore a servir de votante disfrazado en unas
elecciones fraudulentas, en plena borrachera –de hecho vestía unas ropas y un
sombrero extraños cuando lo encontraron exánime–, entonces sí fue un suicidado
por la sociedad, en sentido completamente aleatorio: durante el vértigo de sus
viajes por el Este, más sentimentales que literarios, poseído además de su
compulsión alcohólica.
Discutida no ha sido lo
suficiente la traducción que hizo Cortázar de esta literatura, no menos
complicada que su creador. Anotación: Poe no escribía bien; contra anotación:
lo hacía maravillosamente dentro del estilo semi paródico efectista con el que
sacaba partido periodístico y literario de una generación que amaba el
rebuscamiento, como sinónimo de alta literatura (todo para leer narraciones de
disparatada imaginación en las revistas). Cortázar le corta el pelo y lo
emprolija. Sus traducciones son de una fluidez que Poe no tenía. Se leen sin la
dificultad de los estucos y el taraceado originales. Y a veces sin ese
relumbrón sangriento oscuro, esa luz de teatro, de la que Poe dotaba sus
cuentos, esa belleza extraña que montaba con diversos recursos, entre ellos la
abundancia de adjetivos ("dull,
dark, soundless" son los que acumula en la primera línea de "La
caída de la casa Usher"). Cortázar pues escribe bien; Poe escribía mal y
sólo la imaginación lo salva. No es tal tampoco esto. El mito verdadero dará
aún que conversar, mistificar y desmitificar.
* El editor N.B. Willis lo recordaba así:! Con su cara pálida, bella e inteligente (...) era imposible tratarlo de otra manera que con los más finos modales. Cuando le decíamos que no debía ser tan duro en la crítica o le pedíamos que tachara algún pasaje (...) aceptaba con mucha más generosidad que otros, que en tales circustancias se muestran extraordinariamente susceptibles”. En E. A. Poe, de Walter Lennig, Salvat, 1986
* El editor N.B. Willis lo recordaba así:! Con su cara pálida, bella e inteligente (...) era imposible tratarlo de otra manera que con los más finos modales. Cuando le decíamos que no debía ser tan duro en la crítica o le pedíamos que tachara algún pasaje (...) aceptaba con mucha más generosidad que otros, que en tales circustancias se muestran extraordinariamente susceptibles”. En E. A. Poe, de Walter Lennig, Salvat, 1986
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