The
invention of news de Andrew Pettegree
Por Laszlo Erdelyi
Muchos
han cometido el mismo error: confundir la historia de las noticias con la
historia de los periódicos. Es común que los estudiosos de las noticias tomen
como punto de partida el Relation, diario fundado
en Estrasburgo por Johann Carolus en el año 1605. Lo ocurrido antes de esa
fecha es la pre-historia.
El historiador inglés Andrew Pettegree sabía esto. Cansado también de
escuchar el rumor que anunciaba la muerte de los diarios por culpa de esta
“inédita” era multimedia (intuía que esa idea no se sostenía; algunas décadas
atrás también se dijo que la televisión acabaría con los diarios), decidió
escribir su propia historia de las noticias, The
invention of news (La
invención de las noticias, Yale University Press, 2014), libro que por
ahora solo está en inglés. Allí cuenta que las noticias existen desde tiempos
antiguos. Descubrió también que la invención de los diarios no estuvo vinculada
en forma directa a la invención de la imprenta (Gutenberg la puso a funcionar
150 años antes). Y lo más notable: que desde una temprana era moderna el
tráfico de noticias ocurrió en un ámbito multimedia, incluso enseguida de
Gutenberg (voz a voz, canciones, poemas, hojas manuscritas, y diversos tipos de
hojas impresas). Es decir que desde su nacimiento los diarios libraron su lucha
por tener un espacio en esa cultura multimedia.
El sermón de Calvino
La noticia, por definición, debe ser oportuna y confiable. Lo sabían
los antiguos romanos que mandaban a sus mensajeros a razón de 35 kilómetros por día
para comunicar noticias por todo el imperio. “Las
islas británicas eran ejemplo de una extensa provincia romana manejada por una
muy pequeña fuerza de ocupación” cuenta
Pettegree. Ello se debía a una eficiente red de comunicación que permitía
desplegar esa pequeña fuerza de forma rápida y decisiva.
El comercio, sobre todo en la Edad Media , fue el gran responsable de la
transmisión de noticias. Eran imprescindibles para fijar precios o enviar
cargas por rutas seguras. Por el siglo XII nace el papel, importante medio
hasta fines del siglo XX. Las noticias se escribían a mano hasta que Gutenberg
mecanizó la impresión en 1454.
A partir de allí algunos eventos catastróficos —la caída de un meteorito
gigante en una villa de Alsacia en 1492— o notables descubrimientos —los relatos de Colón de su
primer viaje— llegaron al
panfleto impreso, y fueron un gran éxito de ventas. Pero esto no suprimió las
viejas formas de comunicación.
En el siglo XVI la mayoría de la gente recibía las noticias por vía
oral; el viajero que llegaba al pueblo seguía siendo un individuo confiable con
noticias frescas que eran trasmitidas en la taberna, el mercado, la iglesia o
el grupo familiar. También se escribían canciones o poemas de gran éxito, y los
más educados recibían noticias concurriendo al teatro. De hecho la reforma
protestante “fue el primer
evento de noticias mass media de la historia” afirma Pettegree. Ocho millones de
copias impresas de tratados religiosos de Lutero llegaron al mercado entre 1518
y 1526, pero aun así el principal medio de transmisión de noticias para la
comunidad protestante era el sermón en la iglesia. Calvino, por ejemplo, en el
culto presentaba las noticias en un lenguaje llano, directo, muy lejos de las
misas en latín de la iglesia católica que estaban abandonando. “Resulta significativo” dice Pettegree, “que para esta época ‘publicar’ era
sinónimo de vocear, verbalizar por lo alto; a los libros sólo se los imprimía”.
Esta primera era multimedia fue reflejo de la gran curiosidad que
mostraba la temprana sociedad moderna. El medio impreso innovaba —los panfletos sobre crímenes
horrendos o brujas eran un éxito— y
también nacía el pasquín como crítica satírica del poder (del Papa, sobre
todo). Pero eran marginales al chusmerío en el mercado, a la reunión en torno a
una ejecución en la plaza, a las canciones políticas, o a las 20 mil tabernas
existentes en el Reino Unido (una cada 20 hombres), lugares espontáneos y
difíciles de controlar para el poder de turno, sobre todo en momentos de
descontento. Ámbitos autónomos que, 500 años más tarde, encenderían la Primavera Árabe apelando
a otros medios.
Cambio organizacional
Los diarios no nacen con la imprenta, sino con un cambio radical en la
organización de las sociedades: aparecen los servicios postales públicos
confiables y regulares, como el creado por el emperador Maximiliano en Alemania
en el siglo XVII. Muy cerca de la principal red de tráfico de ese correo nace
el Relation, la versión
impresa de una newsletter que Carolus venía escribiendo a mano.
De esta forma expandió su cartera de clientes a un costo mínimo.
Pero fue un proceso largo y experimental. Los primeros cien años los
periódicos debieron luchar con una cultura multimedia predominante. De hecho en
Alemania diarios de 20 ciudades siguieron el ejemplo de Carolus en los
siguientes 30 años, pero si no lograban ser subsidiados perecían de forma lenta,
como le ocurrió a la mayoría. El estilo sobrio de los reportes impresos
contrastaba con el estilo directo y sensacionalista de los panfletos, que
ganaban la partida. De todas formas con tiradas de entre 400 a 1.500 ejemplares, al
final del siglo XVII se habían impreso en Alemania 70 millones de copias de
diarios. Un proceso lleno de hitos para los empresarios periodísticos: Meyer,
en Hamburgo, debió lidiar con las librerías establecidas para la reventa de los
diarios, no siempre con final feliz; van Hilten en Holanda inventa en 1632 el “paren las rotativas” para incluir las noticias llegadas
luego del cierre; Verhoeven incluye en el holandés Nieuwe Tijdinghen la ilustración de tapa (1620); en el
año 1622 en Inglaterra Butter y Bourne consolidan al capitán Thomas Gainsford
como gran narrador de historias, con suceso, aunque siempre se podía publicar
alguna predicción de Nostradamus para disparar los tirajes. A su vez los
avisos, factor fundamental en la consolidación económica de los diarios, nacen
en la sociedad más comercial del siglo XVII: la república holandesa. El primer
aviso apareció el 10 de agosto de 1624 de forma simultánea en dos diarios de
Ámsterdam. Anunciaba un libro. Los avisos de libros en esos primeros años
fueron dominantes, también en Inglaterra. Como las librerías vendían diarios se
entendió que era una oportunidad de venta que no había que desperdiciar.
Los cuatro pilares.
En el siglo XVIII se consolidó la figura del periodista, y la
principal preocupación de las empresas estuvo en la distribución antes que en
la impresión. El universo de clientes-lectores creció, el alcance de la
publicidad en sus páginas también (The Spectator clamaba 20 lectores por ejemplar), al
igual que la influencia política de los diarios. Era la antesala de lo que sería
la edad de oro de los periódicos que comenzaría en el siglo XIX. Pero Pettegree
se detiene antes, en el siglo XVIII.
Al autor le interesa desarmar la idea de que la era multimedia actual
es inédita. Muchos han promovido esta sensación, dándole incluso dimensiones
apocalípticas. De hecho hace 300 años Daniel Defoe, cuando aún no había escrito
la novela Robinson Crusoe pero
era un exitoso periodista y editor, escribió en 1712 que los ingleses estaban
viviendo una explosión de medios masivos sin precedentes, cuando hoy se sabe
que sí tenía antecedentes. Defoe fue víctima de su propia euforia y retórica.
Al fin y al cabo a quién no le gusta ser protagonista de una nueva era, estar
en la nueva ola, reinventarse, o escuchar a los nuevos profetas. Pero son
construcciones falsas. Como enseña la historia de los diarios en sus cuatro
siglos de vida muchas cosas han cambiado, pero no los cuatro pilares
fundamentales del negocio: velocidad, confiabilidad, control de contenidos, y
valor de entretenimiento. Como dice Pettegree, esos pilares “son las principales preocupaciones
de quienes consiguen, venden, y consumen las noticias”.
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