Puños al rojo vivo, de James Noël
Por Juan de Marsilio
A estas posmodernistas alturas del partido, se hace de lo más difícil escribir y/o leer poesía rebelde. Se rebele la tal poesía o su autor contra lo que se rebele (el sistema, las poéticas en boga, la lógica y la moral burguesas, etc.), no se podrá librar del lector suspicaz que de inmediato descubra que tal idea o tal otra ya las ha leído en Whitman, en Rimbaud o en Breton (que son influencias que se pueden rastrear también en este volumen) y suponga en el poeta la intención de captar con lugares comunes a un público poco exigente. Y si el vate en cuestión es haitiano y publica auspiciado por un programa cultural del Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia, no faltará algún purista que lo acuse de cooptado por el sistema. Aún si escribiera desde la inocencia – incluso con cierta ingenuidad – le requerirá no poco esfuerzo colar algo personal entre todo lo que su discurso le adeudará a una tradición poética más que bicentenaria.
No obstante lo anterior, Puños al rojo vivo --que con traducción de Laura Masello publica el sello Trilce, de Montevideo-- es un libro breve que combina poemas
en verso libre y otros en prosa, tiene tramos que refrescan el alma por su
desmesura, propia de otros tiempos acaso menos prosaicos que los que corren. Es
honesto y motivador que el libro se abra con un poema – prólogo (Reseña) en que se advierte al lector que
se topara con su verbo ser intransigente/
conjugado en todos los tiempos/ en pasado presente y porvenir y culmine ese
proemio disculpando su estilo áspero porque no
con guantes rosas/ se asesina a la muerte y sus secuaces. Ya quisiera el
lector no haber leído hace tiempo a Mayakovsky ni saber en qué horrores
terminaron aquellos sueños. Con todo, la lectura de este poeta rebelde de
ahora, podría incitar algún lector actual a ciertas búsquedas, estéticas,
sociales y existenciales, que fueran a parar en algo bueno.
Es interesante el modo en que Nöel da, en algunos de sus
textos, saltos temáticos de lo amatorio a lo político social, de manera
sorprendente. Tal vez el mejor ejemplo, en esta cuerda, sea Todo
poema es una lengua amotinada. Asimismo impresiona la capacidad de combinar
textos relativamente extensos, en los que el discurso se encabrita y desborda
(y en alguno de ellos se sobrecarga) con otros de eficaz concisión, como por
ejemplo Detonante: Mi musa ha muerto/
tengo las manos libres.
Es eficaz también la presentación autoparódica del hablante
lírico en varios de los textos, como por ejemplo en Carta del brujo, donde afirma de sí mismo: Llevo mi ruina en mi espalda como un escolar lleva la cruz de los
deberes difíciles. Sin embargo, desde ese rebajamiento del yo es capaz de
saltar al tono de proclama, casi tribunicio, pero no aplicado a lo político,
sino a lo erótico: Cruzaré los cuatro
caminos para confesar el fino polvo añil de tu bombachita que tiene más
estrellas que la bandera de los Estados federales.”.
Importa señalar un rasga de valentía y lucidez en este poema
rebelde. No se abstiene de críticas hacia regímenes dictatoriales – por ejemplo
el iraní, como puede verse en La sangre
derramada y el cuerpo en pedazos moneda corriente de las dictaduras – aunque eso le enajene cierto sector del
público, que ante este aspecto del discurso del haitiano dará por confirmadas
sus sospechas de cooptación quemará el librito.
A lo largo de todo el libro, y esta es una de sus mayores
fortalezas y debilidades, Noel proclama su fe en el poder de la palabra. Vale
la pena citar íntegro uno de los últimos textos del volumen, Evasión: Llevados por las palabras/ vamos a
proceder/ sin hacer muchas historias/ a la evasión/ más espectacular/ de
nuestra historia//los verdugos/ nos mirarán partir/ alertarán/ demasiado tarde/
ya habremos alcanzado/ diez mil pies de altura// llevados por las palabras/
lejos partiremos/ tomaremos el mar/ como descampado/ y nuestros papeles en el
viento/ como paracaídas.
En suma: un libro de poesía que vale la pena leer, sin
renunciar para ello a la experiencia, pero sí a la suspicacia.
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